Comer en Mamá Chicó.

(By él)

Más de una vez ella y yo habíamos visitado este local en el 5 de la coruñesa calle Picavia, zona de bares, vinotecas y tapeo entre las plazas de Orense y Lugo, siempre para tomar un vino de los que inauguran nuestros findes en las tardes de viernes. La última vez que disfrutábamos de un albariño en Mamá Chicó, rodeados de sus luces retro, columnas metálicas, cristaleras, maderas, espejos vintage y tuberías a la vista, decidimos comer allí al día siguiente, por aquello de probar…y de escribir este nuevo post. Y decidido esto, hicimos la debida reserva de mesa que muy amablemente apuntaron en el libro.

  
Llenazo. Eso es lo primero que ves en cuanto entras en el local el sábado a las dos y pico de la tarde. Reservar es casi imprescindible, de hecho el trasiego de gente fue casi constante hasta que nos fuimos. Sin haber empezado a comer, ya era un buen síntoma.

Llega la carta. No es muy amplia, pero a primera vista todo parece muy gourmet. Excelente. Pedimos consejo sobre el tamaño de las pizzas, por aquello de no pasarnos y de poder compartir los platos, afición que compartimos ambos. La atención, impecable por parte de camareros hipsterianos (da la impresión de que la barba forma parte de la uniformidad del local) siempre pendientes de las mesas. Finalmente nos decidimos por una pizza mediana de Setas con Foie y Cebolla Caramelizada y Sorrentinos rellenos de Jamón y Mozzarella con Salsa Gorgonzola.

 
Nuestra elección tenía una calidad impresionante y quedamos realmente satisfechos. Los platos estaban muy bien elaborados y la cantidad es suficiente para dos personas. Lo suficientemente suficiente como para poder compartir después un postre…para el que siempre hay que dejar sitio ;). Mientras dábamos cuenta de nuestros platos, nos fijábamos poco a poco en la rutina del local. La cocina está a la vista, separada de la zona de mesas por una bonita cristalera. Dentro de ella, tres personas se afanan con los platos en un contínuo no parar. No hay una sola voz, ni un solo grito…una gran prueba de clase y de profesionalidad. Mientras tanto, la gente sigue entrando y saliendo, probando suerte algunos de ellos con alguna mesa que por fortuna quedase libre.

 

Nos fuimos, tras un Brownie con Helado, muy satisfechos y con ganas de repetir (esa es, para nosotros, la mejor valoración de todas). Sinceramente, no es barato (no es Cambalache, ni lo quiere ser) pero la calidad bien lo merece. Veintipico euros por persona y salir contentos no está nada mal. 

Tienen página web ( http://mamachico.com ) en donde podéis encontrar los teléfonos de sus diferentes locales para reservar. 

Un placer 🙂

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